Jeta

LLegó a la finca un mes antes de que nosotras la habitásemos.

Era una cachorrita que tuvo la caradura de entrar sin pedir permiso.

Tendría un mes y medio y ya supo como buscarse la vida.

Fué la primera que llegó y se quedó.

En ese momento no pensábamos que nuestra finca, por entonces en alquiler, se convertiría en un santuario para todos los gatos de los alrededores que nadie quería.

Fue el comienzo de un proyecto que no se forjó hasta el 2020.

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