Todo empezó el día que decidimos reunificar la familia.
Ese día llegó el 30 de septiembre del 2012. Una mañana soleada estábamos volando hacia nuestro futuro, hacia nuestra casa en Llucmajor (Illes Balears). Pero no fue tan fácil. En Granada, donde había vivido 45 años, había, valga la redundancia, creado una gran familia: Cuatro perros (algunos más que no llegaron hasta la nueva vida) y 4 gatos (también bastantes más que no llegaron a este gran viaje). Esta gran familia había que trasladarla porque nadie se queda atrás.
Puesta en marcha la operación, lo primero fue reservar con AirEuropa los vuelos. Hablar con ellos y comentarles el tema. En principio, no me pusieron ninguna pega, eso si, tuvimos que comprar 3 billetes de persona para que me acompañaran 2 amigos. Y además, todos los suplementos de los niños. Después poner al día todas las vacunas y chips. Preparar pastillas para el viaje. Comprar transportines. Llegó la víspera. Tenía que prepararlos a todos, los gatos claro, porque sabía que llegada la mañana sería imposible cogerlos. Así que, conforme fueron viniendo, iba metiéndolos en una habitación para al día siguiente ya introducirlos fácilmente en el transportín previa pastilla tranquilizante. Fue toda una odisea porque las puertas de las habitaciones no cerraban bien y se abrían fácilmente.
Viaje a MallorcaLlegó el día de partida. Todos en los transportines: 1 Braco de 40 kilos, 1 mixfoxterrier de 10k, 1 mixyorkshire de 5k, 1 mixchihuahua de 6k y 2 gatos de 7k y 2 gatas de 5k. 5 transportines en total…. Llegamos al aeropuerto y empezaron los problemas.
Donde dijeron “Digo” ahora dicen “diego”. Después de mucho hablar, consigo que volemos sin problemas. Fuimos una atracción en el aeropuerto de Granada. Chinos haciendo fotos a los transportines….
Después vino el tema de traspaso de los transportines por la cinta de control…¡un horror!. Me obligaron a sacar a todos los perros de los transportines. Pero con los gatos, me negué porque sabía que si los sacaba, se quedarían allí. Después de decirle a la guardia civil que no, que pasaran por la línea en los transportines, pudimos descansar. El vuelo fue sin problemas y ya llegamos por fin a casa!
Pero no todo fue bien. Los perros se adaptaron sin problemas pero los gatos, después de haber estado dos semanas de adaptación en una habitación, un día uno de ellos (Pachón) se escapó y no supimos más de el. El otro (Patocas) estuvo 3 días mirando por donde salía y se ponía el sol, y un día partió, buscando su casa. Lo estuvimos buscando y lo encontramos atropellado en la autopista.
Quedaron las dos chicas, que disfrutaron de la nueva vida hasta el año 2018 y 2019.
En la casa nueva, ya había una habitante, Jeta.
Ella fue la primera mallorquina que llegó al futuro santuario. La acogimos en la familia, desde el principio fue la pequeña de la casa.
Después fueron apareciendo varios aunque no se quedaban mucho. Aparecían porque les daba de comer a los nuestros fuera y los visitantes aprovechaban para ver si podían pillar algo.
Que yo recuerde, nos visitaron la mama de Miau, Bolson y Rubio. También uno negro, que pegaba a todos. Uno blanquito que después volvería y se quedaría en el santuario hasta el final.
Estuvimos libres de visitas perennes un año. Pero al año, ya empezaron a aparecer.
Empezó a venir Nan. Se acercaba, le dábamos alguna chuche porque estaba en los huesitos. Pasado unos meses, nos trajo un regalito. Tres bebecitos (Nena, Fura y Dos) y otro enano que había abandonado, Tolito, al fondo de la finca y después vimos el porqué.
Tuvimos que hacernos cargo de los enanos, y como no, al haber niños jugando, se fueron acercando otros niños, Ado y Negrita. Así fue creciendo la familia.
Más tarde apareció Miau, buscando una nueva casa. Su mama había sido atropellada y uno de sus hermanos también. Al tiempo, cuando vio que estaba instalado, se fue a buscar a sus hermanos, Bolson y Rubio. Todavía recuerdo la imagen de como llegaron, justo el día que nuestra veterinaria estaba de visita con el tema de vacunaciones.
Eso fue en verano 2014 pero en invierno, el tema se puso duro. Vi que los que había y que venían esporádicamente estaban enfermos. Hable en casa sobre este tema ya que peligraba la salud de las nuestras de casa. Decidimos darles de comer bien para que así tuvieran buena salud y tuvieran buenas defensas.
Así es como empezó el gastazo en comida y veterinario, al cual nos llevó la decisión anterior.
Hasta el 2019, iba pudiendo tirar, con el consumo de alimentos y veterinario, con mi trabajo.
También hay que decir que progresivamente, la cantidad de santuritos fue incrementándose anualmente.
A finales del 2019, tenía entre 35 y 40 bocas que alimentar y cuidar. Y llegó el virus, la pandemia.
Mi trabajo bajó considerablemente además que también, sin darme cuenta, me había ido comiendo los ahorros detrás de los santuritos.
En casa hubo un ultimátum, tenía que buscar la forma de conseguir alimentos y algo de dinero para el santuario porque si no, tendríamos que tomar una decisión, dura pero no hubiese habido otro remedio.
Llegué a Teaming. Hacía años que había abierto la cuenta pero no había tenido necesidad. En este momento, tenía que acelerar el proceso y solicitar ayuda urgente porque estábamos en situación crítica.
Poco a poco, los teamers fueron dándome su ayuda, fueron mandándome dinero además del 1€ mensual. Cada teamer nuevo era una latita más que podría comprar al mes. Hacía cuentas todos los días, mandaba mensajes todos los días a teamers hasta que Teaming puso el cupo de mensajes y la prohibición de mandar mensajes personales.
Pero yo tuve un tiempo precioso en el cual se unieron a la causa grandes personas, todos los teamers que mes a mes dan su euro. Y ahí nació el santuario. Ahí vi que podría seguir ayudándoles para que no se sintieran sin hogar, sin un sitio donde comer y esconderse.
A día de hoy, tenemos dos grupos de Teaming, el original y el complementario, que ayudan a los gastos de los santuritos. Además, de estos grandes teamers, también tengo que destacar las ayudas puntuales que nos hacen en comida y dinero. Solo decir que sin ellos el santuario no existiría.
Y desde hace mas o menos un año, agradecer la ayuda incondicional de Lidia. Además de ser teamer, es donante de comida, de dinero. Y además es la conseguidora de más teamers. Ella, con su gran trabajo, ha hecho que el santuario tenga unos ingresos impensables hace un año.
El santuario como proyecto ya se ha hecho efectivo. Ahora lo que hay es que ir mejorándolo para que la comodidad de los residentes sea cada día mejor ya que no los damos en adopción porque queremos que terminen sus vidas en su hábitat. Algunas veces, quizá, sería para bien que se fueran adoptados, pero la mayoría son ferales y no resistiría una adopción.
Por lo tanto, mi compromiso es seguir con el santuario hasta el final de mis días y más allá. Espero poder conseguirlo.